An interview by Julio Peñacoba that appears in the July edition of the Spanish Magazine Palabra
Gente que cuenta
Por Julio Peñacoba
Por Julio Peñacoba
Una escuela contra la pobreza
Me encuentro con Peter Millan – un antiguo conocido de Manila a quien hacía bastantes años que no veía– y nos sentamos a hablar de su vida. Peter debe de tener unos 45 años; tiene rasgos chinos pero habla muy buen inglés, sin acento raro; hizo la carrera de Management en una de las mejores universidades de Manila. Al poco de graduarse dejó de lado sus planes de hacer Derecho, y se marchó a la provincia de Cebú para iniciar un proyecto que ofrezca formación a jóvenes sin recursos. Normalmente, el éxodo es de la provincia a la capital, así que le pregunto qué le movió a ir en la dirección opuesta. Me dice que le impresionó la llamada del venerable Álvaro del Portillo para iniciar una escuela técnica que ayudase a gente sin recursos. “Eso fue en 1987 durante su visita a Cebú, en Filipinas. Le conmovió ver cómo había aún mucha gente en condiciones de pobreza. Pero lo que me convenció a mí del todo fue ver que el obispo Álvaro no se limitó a sugerir el proyecto, sino que incluso facilitó la conexión con una ONG italiana. Así que en poco tiempo me uní al equipo iniciador y fuimos a Roma para nuestro aprendizaje”.
Hace 24 años de su inauguración oficial y muchas cosas han pasado desde aquellos comienzos. Ahora, en las afueras de Cebú se encuentra el CITE (Center
Industrial Technology Enterprise), con una capacidad para unos mil doscientos estudiantes que cursan una serie de estudios técnicos de tres años. En el tercero se sigue un sistema dual: cinco días en la fábrica y un día en la escuela. Durante estos años han salido de sus aulas más de 3.000 graduados. Le pido que me cuente algún momento crítico al sacar adelante el proyecto. Me dice que una de las mayores dificultades es la pobreza mordiente que causa problemas como la baja nutrición, incluso hambre real, de un buen porcentaje de estudiantes. Después de aplicar varios remedios precarios “logramos hacer un contrato con una compañía de productos enlatados para que ofreciera almuerzo o desayuno a los más necesitados. Recuerdo ahora a un alumno de los primeros años que desaparecía a la hora de la comida hasta que descubrimos que sólo hacía desayuno y cena de arroz blanco. Naturalmente no se podía concentrar bien en las clases. Cuando encontramos el remedio obtuvo buen rendimiento y acabó consiguiendo un buen contrato en Singapur”.
Para algunos alumnos que viven un poco lejos del CITE, el problema es que no tenían dinero para el trasporte a la escuela. Me cuenta que recurrieron entonces a países desarrollados para conseguir donaciones de bicicletas. “La respuesta fue estupenda. Conseguimos todo tipo de mountain bikes de segunda mano, pero aún muy utilizables”. Cuando hablamos de resultados, me explica que un factor importante fue hacer de la formación en valores el eje de todo el programa educativo. “Eso es lo que más valoran las compañías que ofrecen partnership para el año de aprendizaje. Ahora esa combinación de preparación técnica y valores humanos explica el que el 98 % de cada promoción consiga empleo de forma inmediata. Las compañías que conocieron a los alumnos durante el año de aprendizaje los quieren retener a toda costa”. Otro factor positivo es la formación espiritual. Como es bien conocido, la fe sencilla pero profunda de los filipinos hace que sea muy natural ofrecer formación religiosa. Peter me dice que sabe ya de un buen número de graduados que han encontrado una vocación especial en la Iglesia, incluyendo algunos como sacerdotes o religiosos.
Peter Millan es director financiero en el CITE, un instituto tecnológico en la ciudad de Cebú (Filipinas) que busca dar formación técnica a jóvenes sin recursos